"Un lugar donde guardar el aroma que sale de los pucheros, una buena receta, la tarjeta de aquel restaurante que nos gustó tanto, la etiqueta de una botella de vino…"

La cajita de Nieves y Elena

Ossobuco milanesa


Cuando me tuve que enfrentar por primera vez a los fogones, fue por obligación. Mi madre se puso de parto de mi hermano pequeño, era el quinto, y mi abuela, que en otras ocasiones se había hecho cargo de la prole de mi madre mientras traia un nuevo miembro a la familia, estaba pasando las vacaciones de verano en Benicasim tan ricamente.  Yo acababa de cumplir los 17 y mi padre dijo que ya que era lo suficientemente mayor para cuidar durante tres días a mis hermanas. El parto se complicó y los tres días se conviertieron en quince y mis hermanas me etiquetaron como la niña de los filetes de pollo.

Lo de los filetes de pollo tiene su explicación. Mi padre me soltó el sobre con su paga mensual (siii, antes te daban la paga en efectivo en un sobre) y me dijo que la administrara. El marrón era imponente, porque mi hermano nació un 31 de agosto, es decir justo en el momento que había que comprar libros de texto para todas, uniformes y material escolar. Como yo no sabía lo que daba de si el dinero y vi que el pollo eran los filetes más económicos que podía comprar, tuve a mis hermanas los quince días comiendo pollo para comer y cenar, eso y arroz blanco y macarrones siguiendo las indicaciones por teléfono de una de mis tías.

Después de las chanzas y burlas de mis hermanas con el temita del pollo, decidí que iba a aprender a cocinar, y para ello me hice con una coleción de libros que me costó muy baratita, seguramente porque todas las recetas eran de la cocina italiana y estaba llena de términos e ingredientes que entonces sonaban a chino, pero que me sirvieron para comer pasta de forma variada, entrantes que sorprendían a mis amigos y por supuesto para hacer el ossobuco, uno de los platos de carne que más gustan en mi casa.


El ossobuco en italiano significa "osso buco - hueso (con) hueco".  Se trata del jarrete de la ternera cortado de forma transversal en rodajas gruesas y dejando en su centro el hueso con el túetano, es decir el morcillo de toda la vida pero cortado de una forma mucho más vistosa. Es un plato tradicional de Milán aunque yo muchas veces lo preparo con lo que tengo por casa, como el ossobuco a mi manera que publiqué en los primeros tiempos del blog. Como en casa es tan común prepararlo, pensé que el tradicional a la milanesa también lo tenía, pero el otro día me dí cuenta que no y a eso había que poner remedio enseguida. Vamos con la receta.

Ingredientes:
  • 2 Ossobucos grandecitos de 2-3 cm de grosor
  • 1 cebolleta
  • 1 zanahoria
  • 1 rama de apio
  • 2 tomates
  • 1 cáscara de un limón
  • 1 cucharadita de albahaca picada
  • 1 vaso de vino blanco
  • 200 ml. de caldo de cocido o de ave
  • 2 dientes de ajo
  • Aceite de oliva virgen
  • Sal
  • Pimienta

Elaboración:

Cortamos la telilla que rodea el ossobuco para que no nos encoja la pieza y la pasamos ligeramente por harina.


Cubrimos el fondo de una sartén con aceite de oliva virgen y pasamos las piezas del ossobuco hasta que cojan un color dorado. Las sacamos y las ponemos en una olla de fondo amplio.


Cortamos la verdura finamente con un cuchillo, con una mandolina o con un procesador de alimentos, y la rehogamos en una sartén con un chorro de aceite de oliva. Añadimos también la piel del limón, la albahaca y los ajos machacados.


Cuando empiece a transparentar la cebolleta, añadimos el vino blanco y dejamos que se evapore la mitad más o menos, luego añadimos el caldo, removemos y vertemos todo en la olla en la que habíamos reservado los ossobucos. Tapamos y dejamos hacer a fuego muy lento durane 1 hora y media más o menos. Vigilamos para que no se quede sin caldo. 


Servimos acompañado de un arroz aromático tipo jazmín o basmati. El tuétano lo podemos comer tal cual con un poco de pan (a mí es como más me gusta) o podemos mezclarlo con el arroz. 


¡Está riquísimo!.




Bon appetit
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