"Un lugar donde guardar el aroma que sale de los pucheros, una buena receta, la tarjeta de aquel restaurante que nos gustó tanto, la etiqueta de una botella de vino…"

La cajita de Nieves y Elena

Mi Pelea con el Dulce de Leche


Animada por el resultado de mi primera tarta fondant (a pesar de las vicisitudes que tuve), decidí que haría la tarta del primer cumpleaños de mi nieta, por lo que aprovecharía el fin de semana para preparar distintos tipos de bizcochos y rellenos que me sirviesen para practicar.  ¡Ilusa de mí! Igual que el burro flautista, que sopló la flauta por casualidad, mi aventura con la repostería iba a ser tan desastrosa como siempre.
Me levanté la mañana del sábado creyéndome Eva Arguiñano y dispuesta a preparar los rellenos que tenía previstos: Dulce de Leche y Crema de Chocolate con mermelada y para eso lo primero que necesitaba eran dos bizcochos, uno para cada relleno.


Había leído una receta por Internet, del que sería mi primer bizcocho del día. En las fotografías que ilustraban dicha receta, se veía un bizcocho altísimo, parecía un sombrero de copa, se veía esponjoso y decían que se le podía cortar en tres discos, por lo que sería perfecto. ¡Podría poner mis dos rellenos en el mismo bizcocho!. Batí claras a punto de nieve, fui incorporando delicadamente cada uno de los ingredientes, mezclé con sumo cuidado, volqué todo en el molde y…. 30’ después en vez de un sobrero de copa tenía un “frisbee”. No me lo podía creer, no había subido ni un poquito, ¿estarán las harinas en mi contra? ¿porqué cuando lees una receta parace tan fáci? Estaba con esas cabilaciones cuando mi marido entró en la cocina y me dijo: ¿Hoy que haces, una galleta gigante? Se salvó de que le lanzase el “frisbee” porque era su santo.

1º bizcocho
Para mi segundo bizcocho no me compliqué, hice un bizcocho básico mezclado con dos sabores normal y con chocolate.

2º bizcocho
Vista de las dos mezclas
Mientras se horneaba el segundo bizcocho empecé a preparar el dulce de leche casero. Podía haber ido al super a comprar un tarro, podía haber cogido un bote de leche condensada y haberlo cocido al baño María como me había dicho mi suegra, pero no, yo me había comprometido a involucrarme en la repostería y haría dulce de leche a la manera tradicional. Así que cogí un litro de leche, un cuarto de kilo de azúcar, un sobre de vainilla en polvo y una pizca de bicarbonato y lo puse todo junto en una cacerola al fuego y removí continuamente con una cuchara de madera y removí y removí y removí…poco a poco iba cogiendo color y de repente aquello empieza a crecer y la leche a subir ¡Dios mío! Cogí corriendo una cacerola más profunda volqué todo el mejunje y seguí removiendo. Según la receta cuando tuviese un color tostadito había que detener la cocción y seguir removiendo durante 5’ con el recipiente sumergido en agua fría y después dejar enfriar. Seguí los pasos y lo dejé enfriando mientras me iba a disfrutar de una comida en familia para celebrar el santo de mi marido y el día del padre.

Poco antes de terminar la 1ª vez
A mi regreso, toda contenta, fui a ver la textura que había adquirido mi dulce de leche y me encontré con una cacerola llena de azúcar quemada (no sé si todos conoceréis con ese nombre un remedio casero que nos daban de pequeños a los de mi generación cuando estabamos acatarrados, y que consistía en hacer caramelo y cuando cristalizaba se añadía leche y se removía hasta la disolución del caramelo).Otra vez la cacerola al fuego, la cuchara de madera y removí, removí y removí, además con un bebé de once meses agarrado a una pierna (habían dejado a la niña a que pasase la noche con los abuelos). Esta vez, cuando tenía un color como el de un café cortado, detuve la cocción, removí en el recipiente sumergido en agua fría y dejé enfriar hasta el día siguiente.

El domingo, eso seguía estando igual de líquido, NO HABÍA ESPESADO NADA, así que por tercera vez en el fin de semana puse la cacerola al fuego y me puse a remover durante ¾ de hora y dispuesta a que si por lo menos no me salía el dulce de leche lo que si haría sería fortalecer los brazos, ya que tengo un poco abandonado el hacer ejercicio. Bueno, y al final aquello empezó a espesar, por lo que aprendí en mis propias carnes que no hay que detener la cocción cuando adquiera un color tostado, sino cuando espese y tenga consistencia, aunque tenga un color chocolate, pero ¡por fin tenía mi dulce de leche!.

Pero como ya tenía suficiente con mi experiencia de este fin de semana, para el segundo relleno preparé la receta exprés que me había soplado por teléfono mi hermana Lourdes y que algún día os contaré.

Bon Appétit

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